lunes, 23 de abril de 2018

PAC-MAN NEOLIBERAL

Imagen de "El Orden Mundial"
Por Roberto Marra

Quien más, quien menos, todos conocen el viejo videojuego denominado Pac-Man, donde el “protagonista” del entretenimiento recorre un laberinto “comiendo” lo que encuentra a su paso, tratando de llegar a la meta, momento en el cual pasa a otro nivel, donde continuará su camino de glotonería casi inacabable. Durante esa sucesión de pantallas, van apareciendo enemigos, unos “fantasmas” que tratan de capturarlo para impedir la continuidad de su voraz labor.
Al igual que en el juego, nuestra sociedad ha entrado en ese laberinto, no ya como el glotón protagonista sino como los “puntos” que aquel se traga a su paso. Observamos, casi impasibles, como se van devorando cada uno de nuestros derechos, convertidos en simple mercancía por la avaricia insaciable del monstruo neoliberal.
Se acercan cada vez más a la meta del arrasamiento final, tratando de eliminar los “fantasmas” del pasado reciente de la memoria de los vulnerables ciudadanos, tan ocupados en sobrevivir en medio del delirio tarifario y el festival de deudas impagables, mientras reaparecen otros fantasmagóricos personajes, creados por ellos mismos para la tarea sucia de eliminar los vestigios de la dignidad ideológica de sus enemigos de clase.
Su herramienta fundamental ha sido y es la comunicacional. Y para ella vale utilizar el término con el cual se conoció en España al juego del Pac-Man: “Comecocos”. Porque de eso se trata, de “comer” nuestros “cocos” con las pantallas que vomitan falsías las 24 horas, incitando a la población a odiar sin base en la realidad, a demonizar sin sustento a hombres y mujeres que no comulgan con sus pestilentes ideas de dominación sin límites.
La destrucción es su sistema. La desaparición de toda huella que remita a soñar con mejores vidas, con felicidades que solo son las de ellos, los ladrones del porvenir sustraído de cada uno de los habitantes para sustentar el único fin que parecen tener: la acumulación de fortunas. Y del poder que les posibilite re-alimentarlas, en un círculo vicioso que pareciera no pudiera abrirse ya nunca más.
El Pac-Man sucio de la dominación se ha extendido por toda Nuestra América, deglutiendo Gobiernos populares con métodos dictados por el dueño de todos los juegos, el fabricante de cada una de las desgracias que siembran de terror el Mundo. Los serviles locales sirven para apretar los gatillos de las armas cargadas por un Imperio decadente pero feroz, capaz de terminar con la vida del Planeta para satisfacer sus miserables objetivos.
Se dice, comunmente, que de los laberintos se sale por arriba. Verdad de perogrullo que comulga con otra, la que deriva del sentido más común de la unidad de los atacados que, al agruparse, se hacen tan grandes que resulta imposible ser “comidos” por los asesinos amarillos disfrazados de “buenos muchachos”, mediocres funcionarios del Poder Real, verdaderos payasos de un instante nefasto de la historia que, tan porfiada como siempre, acabará con este maldito “juego”, apretando las teclas de la liberación y la justicia social.

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