viernes, 2 de marzo de 2018

MISE-EN-SCENE

Imagen de "Infobae"
Por Roberto Marra

Se piensa una historia y se redacta un guión, o se lo toma de uno ya representado. Se lo divide en actos, para hacerlo más llevadero para el público. Se prepara la escenografía, las luces, el sonido y los efectos especiales. Se estudian las mejores formas de entrar en escena de cada actor. Se realizan ensayos, para asegurarse que el resultado sea exitoso. Se desarrolla una gran campaña publicitaria, para atraer la mayor cantidad de gente a su estreno. Y se levanta el telón. Ese es el proceso de cualquier obra teatral. Y es, también, el modo de hacer política de la “compañía” instalada hoy en el gobierno nacional.
Nunca mejor ejemplificado que en el acto de apertura del Congreso Nacional, con una mise-en-scene preparada para lograr el aplauso fácil de la claque legislativa y la complacencia mediática cómplice, con sus “críticos” previamente aleccionados para convencer a las mayorías de la buena calidad de la “obra” representada.

Todo allí fue irreal. La entrada al edificio, saludando a miles de “fans” fantasmagóricos, la aparición en el escenario, con sonrisas de cartón y saludos a los aplaudidores por conveniencia, el exabrupto de su partenaire rodante, recibido con risitas cómplices. Y después, el relato del guión de ficción, disociado de la verdad soportada por estoicos odiadores de pasados más felices e impacientes luchadores por mejores vidas.
Casi que no importan las palabras pronunciadas (mal). Casi que no interesan las supuestas definiciones de pretendidas contundencias. Solo se trataba de fingir conocimientos que no posee, de envolver a la audiencia con frases de falsa grandilocuencia, de mentir convencido de la ignorancia (o la estupidez) de quienes lo escuchaban.
Todo estaba dirigido a explicarnos lo inexplicable. Todo hecho para generar certezas sobre la sainetesca realidad inventada. Los dramas cotidianos de millones de personas no fueron mencionados. Las miserias generadas por obra y gracia de sus decisiones no se escucharon. Los reclamos del mundo del trabajo no se vieron reflejados en sus balbuceos incoherentes.
Contrariamente a lo que se espera de una obra teatral de la envergadura que han montado desde hace más de dos años, no hay en ella ni una sola emoción. Solo fríos y dudosos números, simples cifras de pretendidas firmezas, dibujadas para atraer a los desprevenidos y no dejarnos ver los agujeros del colador por donde se escapan las riquezas de nuestro País.
Otro acto a culminado. El telón de las mentiras ha caído nuevamente ante nosotros, al tiempo que tras bambalinas festejan el “éxito” los engreídos representantes de la obra. Y mientras los cómplices plateístas aplauden a rabiar, los eternos humillados por el Poder se miran y comienzan a comprender que ya no hay razón para soportar el mismo drama tantas veces representado. Y que es hora ya de escribir otro guión para, por fin, cambiar la historia.

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