sábado, 21 de octubre de 2017

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Imagen de "pbs.org"
Por Roberto Marra

A veces, la luz proviene de la oscuridad. A veces, lo mejor surge de lo peor. A veces, los gestos mínimos producen efectos máximos. A veces, la verdad nace de la mentira. Y entonces, la mala vida que nos abre abismos de dudas y dolores, logra traspasar las miserias de los miserables para convertir tanto asco existencial en pequeñas esperanzas, mínimas certezas que construyen convicciones en esos futuros tantas veces aplastados por los asesinos de utopías.
A veces, simples hombres o mujeres, sencillas personas de pequeñas vidas, conmueven los cimientos de una sociedad con los actos más elementales, esos que provienen de la espontaneidad de sus almas solidarias. Son naturales reproductores de los mejores sentimientos, olvidados en nombre de supuestas grandezas inyectadas en las carcomidas conciencias de las mayorías.
Cuando eso sucede, un Pampero de fervores leales sopla limpiando la mugre de los eternos fabricantes de odios y traiciones. Seca, con su furia justiciera, las llagas de la maldad destructora. Arrasa, con sus frescos remolinos de principios olvidados, las perversas fábulas de posverdades insensatas.
Puede ser que allí nazca otra vida, que logre remover los velos de tantas falsedades, abriendo caminos a los viejos sueños postergados, levante muros definitivos a la mentira organizada y genere presentes urgentes adeudados desde siempre.
Como todos los partos, doloroso. Como cada nuevo día, luminoso. Como cualquier comienzo, complicado. Pero necesario. Tanto como lograr sanar las miradas de los abandonados. O llenar los estómagos de los postergados. O alimentar con letras las ignorancias. O plantar las semillas de lo impostergable.
Los malditos constructores de la muerte en vida, no habrán de hacerla fácil. No querrán permitirse el lujo de perder sus hegemonias. Sembrarán de mendacidades las vocinglerías medíaticas, con la compañía deshonesta de sus lacayos verbales. Tratarán de penetrar de mil modos nuestra sensatez, para transformarnos en títeres de sus maniobras fraudulentas.
Ahí es cuando sale a la luz la fuerza de la integridad moral de una sociedad, ahora convertida en Pueblo. Será cuando el odio y la miseria sean desintegrados ante el escudo poderoso de nuestras verdades, ya transformadas en convicciones. Será cuando germinen las semillas sembradas por los mejores, esos que tantas veces matamos con el olvido. Será, simplemente, cuando introduzcamos ese sencillo papel doblado, en la urna de la esperanza.

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