lunes, 2 de octubre de 2017

VER O MIRAR

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Por Roberto Marra

A pesar de ser sinónimos, ver y mirar no son lo mismo. Se puede mirar sin ver y se puede ver sin mirar. Esto último forma parte, mas bien, de eso que llamamos convencionalmente “intuición”. Así, podemos estar frente a hechos que miramos, pero no alcanzamos a ver, que es como decir que no comprendemos. O, por el contrario, estar inmersos en una realidad que vemos con claridad, aunque ésta se nos muestre distorsionada u oscurecida.
En cada momento histórico, la percepción de la población se divide con claridad entre quienes solo miran y aquellos que alcanzan a ver la realidad de la que forman parte. Por estos tiempos de prevalencia de miradas mediatizadas, tamizadas por el ojo rector del Poder, la mayoría de los ciudadanos están influídos de tal forma, que aceptan no ver el significado de lo que sucede a su alrededor, tal vez para no aceptar lo que inexorablemente sobrevendrá.
Trabajando sobre el inconsciente a través de esta extraordinaria herramienta comunicacional, imponen visiones convenientes solo para sus intereses de dominación, pero aceptadas por esas mayorías que están a la búsqueda permanente de felicidades fáciles, basadas en arquetipos también impuestos por los mismos medios hegemónicos.
Se va conformando así, una sociedad altamente sensible a las estrategias dominantes y despreciativas de las alternativas donde prevalezcan los mejores valores éticos y morales. Éstos son dejados de lado y reemplazados por un sistema de pensamiento “único”, donde el egoismo es el rey y la salvación individual el camino hacia lo que será un fracaso anunciado, pero no visto.
Ahora, cuando se acerca una decisión trascendente en lo político, pero más todavía en lo social y humano, como resultan las elecciones de medio término, es cuando más se nota el poderío de quienes manejan a su antojo el sistema de medios, en el que prácticamente ya no quedan voces discordantes al Poder y sus gerentes gobernantes.
Otra vez las miradas que no ven, otra vez los elefantes blancos pasando por detrás nuestro, sin que sean vistos por la mayoría. De nuevo la soledad de quienes intentamos comprender y comunicar lo que vemos con claridad, sin otro resultado que el escarnio y la soberbia de los embrutecidos. La ignorancia se enaltece con imágenes vacías y palabras huecas. Y las miradas continúan sin ver, mientras los oidos solo oyen, sin escuchar.

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