martes, 4 de julio de 2017

CUANDO LA EXCEPCIÓN ES LA REGLA

Imagen de "indelama.com.ar"
Por Roberto Marra

Las reglas urbanísticas son aquellas que les permiten a las administraciones municipales controlar y direccionar el desarrollo urbano hacia metas predeterminadas, las cuales debieran haber sido previamente consultadas a los ciudadanos, además de estudiadas y explicadas por especialistas ante los concejales, teóricamente, los auténticos representantes del Pueblo. De esa manera, se estaría andando un camino virtuoso para la posterior aplicación de las decisiones tomadas, asegurando el control popular permanente.
Claro que la realidad no suele ser tan perfecta. Para muestra, basta el botón de las decisiones tomadas justamente por el cuerpo deliberante de la Ciudad de Rosario, en acuerdo más que obvio con el ejecutivo. Todo para permitir repetidas excepciones a un Código Urbano que ya está dejando de serlo, convertido ya  en mera exposición de formales buenas voluntades, con transgresiones espurias y hasta obscenas, por el grado de irrespeto a esas reglas y la direccionalidad que tienen esas alteraciones.
Ya no parece ser el poder Ejecutivo quien decide las políticas urbanas fundamentales, sino los llamados “desarrolladores inmobiliarios”. Son ellos quienes solicitan las excepciones que les permitan apoderarse de las mejores tierras que le quedan a la Ciudad y hacerlo a través de beneficios extraordinarios, por las contravenciones que les aprueban a ojos cerrados nuestros supuestos representantes en el Concejo.
La zona denominada “Puerto Norte” se ha convertido, en ese sentido, en paradigma de estos retrocesos urbanísticos. Allí se concentran, en los últimos años, toda la inversión inmobiliaria de las más poderosas empresas constructoras, desarrollando complejos habitacionales y hoteles, de lujos provocadores. Es la más clara exposición material del neoliberalismo, con su famosa y delirante “teoría del derrame” que, en realidad, solo termina en pequeñas gotas de regocijo visual y usos restringidos de los espacios públicos.
Mientras tanto, como una gran paradoja urbana, a los pies de semejantes monstruos de hormigón y cristal, se extiende la última pequeña muestra de un barrio de trabajadores, pronto a ser barrido por la sospechosa billetera de los supuestos emprendedores inmobiliarios. Culminará así la ocupación ilegítima de tierras que debieron tener otro destino al otorgado por los levantamanos del Poder Real, viciados custodios de los sucios intereses inmobiliarios, para lo que nadie los votó.

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