martes, 2 de mayo de 2017

VIOLENCIA Y MEMORIA

Por Roberto Marra

Por estos días, los asesinatos de jóvenes mujeres, algunas casi niñas, está golpeando duramente a la sociedad. Inmediatamente se genera en todos el deseo de que el Poder Judicial capture y condene a los culpables de esos crímenes espantosos. Es una aspiración lógica de toda persona con valores arraigados en la defensa de los derechos humanos más elementales. Los mismos, idénticos, que les fueron privados a miles de hombres, mujeres y niños en la última dictadura cívico-militar.
Así fue, aun cuando las  justificaciones alegadas por los asesinos hayan manipulado la realidad de millones de otras personas que, creyendo en los relatos fantasiosos de “enfrentamientos” con inermes mujeres y niños, aceptaban con satisfacción esas mentiras cómodas para no sentir responsabilidad alguna sobre los hechos abominables que se estaban cometiendo.
Con el mismo sadismo de los violadores individuales que hoy cometen las aberraciones sobre indefensas adolescentes, con esa exacta crueldad, los militares de entonces terminaron con las vidas de tantas mujeres, después de violarlas y torturarlas con el fervor propio de los enajenados.
Sin embargo, algunos sectores de la misma sociedad que repudia con vehemencia los actuales hechos criminales, actúan con pasividad y benevolencia frente a la disminución de los castigos impuestos por el Poder Judicial a estas bestias que alguna vez se creyeron dueños de la vida y la muerte de todo un País. Ayudados a “razonar” por los medios de in-comunicación dominantes, terminan justificando a aquellos, tanto como pretendiendo venganza directa por los actuales.
¿Acaso en el futuro, cuando hayan pasado años en la cárcel, los actuales violadores y asesinos gozarán de la misma indulgencia por parte de la sociedad? ¿Acaso serán justificadas entonces,  igual que el caso de Etchecolatz hoy día, que se vayan a sus casas a cumplir tranquilamente con sus penas, cuando solo sean unos “pobres viejitos”?
No descubrimos nada si decimos que el Poder, en manos de perversos, es la escalera al infierno. Allí fuimos conducidos por señores de gorras y uniformes, protegidos por elegantes hombres de negocios y sádicos periodistas de turno. Ahí estamos regresando, por otro camino, cuando se apañan a los delincuentes desde ese Poder donde todo vale para justificar las disputas por ganancias derivadas de los peores ilícitos.
Para enfrentar estos tiempos de feminicidios e injusticia social, de policías corruptos y jueces sin honor, de gobierno de falsas alegrías y desprecio por el dolor popular, será preciso recordar que la lucha por la justicia solo triunfará si va de la mano con la búsqueda de la verdad, único re-aseguro para que el futuro sea construido sobre las sólidas bases de una memoria que, como antes, la quieren desaparecer.

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