jueves, 30 de marzo de 2017

CIUDAD CONSUMADA

Imagen de Simulador de Marketing Digital
Por Roberto Marra

Hay una costumbre fatal para el desarrollo urbano, que es hablar sobre los hechos consumados. Se construyen infraestructuras y después de terminadas, se “descubre” que no alcanzan para las demandas. Se levantan edificios en terrenos estatales, para luego “darse cuenta” que se perdió espacio público. Se licitan sistemas de transporte para después tener que ajustar las tarifas por “errores” de cálculos.
La lista podría continuar con barrios de viviendas construidos en terrenos inundables, excepciones a los reglamentos de edificación y al código urbano, extracciones de arbolados para después entender el valor de sus sombras, y así de seguido con cuanta actividad dependa de la administración de la ciudad.
Se podría hablar de dos niveles: uno superficial, visible, adornado, en general, con las baratijas urbanas que promueven la creencia de un desarrollo inexistente. Lo estentóreo de muchos de estos hechos oculta el otro nivel, el profundo, el que sin él resulta imposible pensar la ciudad. La infraestructura es el ejemplo más palpable, siempre dejada para después de las quejas de los vecinos afectados por su inexistencia o deficiencia.
La palabra planeamiento está siempre a flor de labios de cualquier funcionario, pero no la entienden. No comprenden al alcance que ella posee para contribuir al desarrollo armónico de una urbe, sobre todo si la intención es darle cabida a los intereses de la totalidad de sus habitantes. He aquí la cuestión principal, que pone a los gobiernos frente al dilema sobre cuál es el objeto de sus administraciones.
No bastan las buenas intenciones, si no van acompañadas de la resolución clara y contundente de hacer de la ciudad el ámbito que permita la construcción de una sociedad diversa pero cohesionada, con objetivos superadores de los estigmas urbanos más dolorosos, como la falta de dignidad en las viviendas, la injusta distribución de los beneficios entre los barrios y sus habitantes, el medio ambiente degradado, la salud desatendida, la cultura abandonada.
Es imprescindible modificar la actitud frente a la construcción de la ciudad. Es necesario que la sociedad tome conciencia de la importancia de su participación real y activa en las decisiones urbanas. Planificar, en definitiva, no debe ser la labor de un grupo de iluminados sino de todos los ciudadanos. Y gobernar una ciudad, la capacidad de comprender la realidad urbana para modificarla, siempre, con justicia social.

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