jueves, 15 de diciembre de 2016

GURÚES DE UNA HISTORIA CONGELADA

Imagen Periódico La Comuna
Por Roberto Marra

Es muy común encontrar, entre quienes se dicen militantes de partidos políticos  de profunda raigambre popular y líderes emblemáticos, a personas que se asumen como los “verdaderos representantes” de las ideas primigenias del líder histórico que pretenden defender. A partir de esa  autoproclamación, y desde su posición supuestamente privilegiada en la comprensión del mensaje del líder en cuestión, comienzan sus ataques furibundos hacia quienes, siendo parte del mismo espacio político, son considerados renegados ideológicos.
De las palabras genuinas del líder histórico, extraen una serie de conceptos que rigidizan hasta convertirlos en dogma, momento en el cual lo político deja de serlo para transformarse en una especie de “religión laica”, con tan estrictos y estrechos márgenes, que cualquier versión, mínimamente diferente, es considerada una blasfemia hacia los postulados del líder histórico, según la paralizada versión del dogmático en cuestión.
Claro que no se queda solo en opiniones este personaje. Sus ataques son duros y hasta violentos hacia los militantes de su mismo partido que intentan ser consecuentes con los postulados de su líder, pero con la amplitud de criterios que permita las adaptaciones temporales lógicas. La represión verbal intentará poner a los supuestos blasfemos ante el escarnio público, acción que tendrá adeptos de la misma calaña infradotada del gurú que las estimula, y gozarán en las redes sociales de un reducto ideal para desarrollar sus ataques injuriosos.  
Lejos de representar cabalmente al líder que ha dogmatizado, sus grotescas expresiones solo terminan por demostrar la ignorancia absoluta de los mensajes profundos que tal líder dejó en su paso por la vida política. La incomprensión de los contextos históricos y sociales en los que se produjeron los hechos que el gurú ha dogmatizado, la incapacidad de leer la realidad actual y mucho menos la prospectiva histórica, son suficientes para trabarlo en un lugar de profundo odio a quienes no sostienen exactamente sus credos.
Apabullados por nuevos e inteligentes dirigentes que sí representan, y lo demuestran con hechos,  las primigenias ideas de las que estos gurúes ortodoxos se asumen como dueños, terminarán, por imperio de sus necedades, en enemigos de aquello que tanto dicen defender. Intentarán terminar, a cualquier costo, con la influencia y la obra de esos nuevos líderes, para poder continuar con la defensa de sus estatuas de bronce, tan lejos de los hombres o las mujeres que dejaron sus vidas para cambiar la sociedad, en un tiempo que ellos solo quieren congelar.

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