sábado, 8 de octubre de 2016

EL CAMINO DE CRISTINA

Imagen Telam
Por Roberto Marra

Cuando los dueños del Poder determinan virtudes y defectos de líderes populares, mal puede pensarse que se hará desde una imposible “objetividad”, vendida como bandera de republicanismo e institucionalidad. ¿Por qué habremos de ser los Pueblos simples receptores de las pretendidas verdades reveladas de los escribas de la oligarquía? ¿Por qué no podremos tener nuestras propias elaboraciones ideológicas, siendo los sujetos fundamentales en la construcción de ese sentimiento territorial que llamamos Patria?
Son nuestras manos y nuestros intelectos los que alimentan los poderes que cedemos por migajas a quienes nos dominan económica y culturalmente. Es la tradición de millones de ocultados constructores de riquezas ajenas y miserias propias. Es el legado de centenarias estafas de los ganadores de una historia fabulada por ellos mismos, convenciendo a las mayorías de verdades absolutas, que la vida desmiente a cada paso. Y cuando, de tanto en tanto, los pueblos despiertan de sus letargos, sus líderes serán estigmatizados hasta convertirlos en parias, en una Sociedad que no reconozca sus propios logros y la importancia, en ellos, de la presencia de esos dirigentes populares.
Nada se deja al azar por parte de los poderosos de siempre. Sus verdades son expuestas por apócrifos historiadores y transformadas, incluso, en textos escolares, para que las nuevas generaciones comprendan la imposibilidad de cualquier mudanza ideológica. Sus puestas en escena son creadas por expertos en comunicación y presentadas por cronistas ficticios, quienes, con gestos grandilocuentes y adustos, nos asegurarán los tremendos castigos que recibiremos si no aceptamos sus ficciones de realidades virtuales.
Para asegurar su continuidad al mando de los Estados, cooptarán a los frágiles representantes que se suponen populares, aprovechando sus incoherencias y corruptelas. Poderoso caballero, Don Dinero, correrá generoso por distintos ámbitos corporativos, transformando representatividad en ingratitud o, peor aún, en lisa y llana traición.
Pero, a pesar del olor a podrido institucional, hay una persona que emerge de tanta inmundicia politiquera e ideológica, con claras muestras de pasional coherencia de convicciones. Convencida de sus “verdades relativas”, apuesta a una nueva vuelta de la unidad popular, genera nuevas propuestas de acción programática, sintetiza históricas demandas que forman parte ya, de la genética de cada ciudadano.
A contramano de los poderosos y sus letanías mediáticas, expresa con meridiana exactitud los deseos reprimidos por el miedo sembrado por los acaparadores de riquezas ajenas. No se presenta como salvadora de la Patria, sino como sencilla militante de la construcción de una vida nueva, donde la esclavitud económica y mental vigente, mude por un proceso virtuoso en el cual los valores humanistas emerjan por sobre los egoísmos y miserias.
Forma parte de nuestra génesis popular, como síntesis histórica de los movimientos sociales argentinos. Articula con sinceridad evidente, arengas que son mucho más que simples discursos de compromiso. Se transforma, por imperio de sus capacidades superiores, en base fundacional de otra oportunidad para el regreso al futuro de los sueños populares. Contra el viento y la marea de la ingratitud y el odio clasista, Cristina habilita el camino que la patraña neoliberal se empeña, vanamente, en cerrar.

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