lunes, 15 de septiembre de 2014

CUANDO CUENTAN LAS RESERVAS

Imagen Tiempo Argentino
Por Alejandro Horowicz*

Si se quiere el ingreso de la reserva al enfrentamiento, suele ser una de las decisiones más complejas de cualquier comandante militar. Napoleón solía preservar sus batallones escogidos, que por lo general no entraban en batalla, y sólo cuando la posibilidad de la victoria peligraba la Guardia Imperial era lanzada al enfrentamiento para desempatar. Como la política también puede pensarse en términos militares, contar con una adecuada reserva no sólo permite cambiar un resultado, sino sobre todo facilita un modelo de juego donde el manejo del tiempo no depende tan sólo del cronograma institucional. Es que la reserva política garantiza la decisión del jefe más allá de su poder formal; hace saber a los demás contendientes que dispone de combatientes de relevo, y que basta su decisión de incorporarlos para torcer el resultado.
En la política nacional mentar la noción de reserva estratégica resulta casi un contrasentido. Para fuerzas que apenas son algo más que aglomeraciones electorales circunstanciales, cuya estrategia suele estar regulada por la encuesta y cuyo pensamiento no excede las contingencias de la lista sábana, toda la estrategia no pasa de propuesta comunicacional. 
En ese contexto, el acto de La Cámpora en Argentinos Juniors debe entenderse como la puesta en escena de la reserva K, como un recuento globular de militantes dispuestos a acompañar a la presidenta en el tramo final de su gobierno. Para todos los que creían que La Cámpora no era ninguna otra cosa que una agencia de buenos conchabos, la sorpresa no sorprende. Basta leer la crónica de La Nación para entender. Descubrir que Máximo Kirchner no es una perfecta nulidad, que puede hilvanar un discurso de 30 minutos frente a un auditorio de miles –el diario de Mitre no arriesga un número, solo cita el mágico 40 mil de los organizadores– los ha dejado estupefactos. No es para menos, es imposible imaginar un hijo de Eduardo Dhualde, o de Mauricio Macri, o de Cleto Cobos, intentando nada ni parecido.  El vástago de Raúl Alfonsín tiene un comportamiento homologable, pero es de otra generación, y las habilidades de Ricardo no entusiasman multitudes.
Pero más allá de ese aspecto altamente opinable, un dato resulta relevante: miles de jóvenes militantes convocados en derredor de una propuesta encabezada por un dirigente de su misma edad, que por ahora no defienden ninguna candidatura, comunican a la sociedad política su voluntad de sostener a Cristina. Y al hacerlo, muestran que el poder presidencial no sólo cuenta con la chequera y la maleable voluntad de los funcionarios, dispone de suficiente capacidad  para volcar a favor o en contra la voluntad militante que hace la diferencia. ¿A favor de quién? Esa es una decisión que la presidencia guarda in pectore.

PERIPECIAS DEL AVATAR RADICAL. Mientras tanto, los contendientes tradicionales del gobierno siguen esperando un batacazo que no llega. La Unión Cívica Radical no puede sino repetir su dilema electoral de 2011. Tironeada entre el abrazo macrista y la repetición de su estrategia santafesina, no acierta a definir. Si se quiere, la definición depende de un jefe que no posee. Si alguno de sus múltiples y tenues candidatos lograra instalarse frente a la sociedad con suficiente reconocimiento colectivo, su propio perfil terminaría volcando la decisión. Como tal cosa no sucede, no se plantean otra cosa que intentar sumar los distintos fragmentos en pugna, una suerte de cooperativa electoral eficaz, y desde allí quiméricamente volver a crecer mediante los hipotéticos votos de otra alianza mayor.
En el ínterin, la indefinición define. En Córdoba, por ejemplo, Marcos Juárez ya tiene intendente: Pedro Dellarossa. En esta rica ciudad agroindustrial del sudeste cordobés fue elegido el primer intendente del PRO del interior de Argentina, lo que fue tomado por Mauricio Macri como "el primer paso, enorme, de un cambio en nuestro país". Y esto sucede con el respaldo del radicalismo cordobés.
El macrista Dellarossa, hijo del fundador de la Unión Vecinal, el mítico intendente Henry Dellarossa, logró la victoria de la coalición Juntos por Marcos Juárez con el 36,48% de los votos emitidos. El radicalismo cordobés, a instancia del diputado nacional Oscar Aguad, conformó este frente con el PRO; al que también adhirió el senador Luis Juez y su Frente Cívico. Durante su discurso triunfal de tres minutos, Aguad profetizó: "Hoy empieza el cambio en la Argentina; quedó demostrado desde Marcos Juárez, para aquellos que nos decían que no se les podía ganar a los aparatos de gobierno y los partidos." El victorioso Pedro Dellarossa apuntó el dato políticamente relevante: "Este cambio que nació aquí, en 2015 lo debemos extender a todo el país con Mauricio Macri presidente."
Dicho con sencillez, la UCR en tanto partido con implantación nacional, estaría en condiciones de apalancar el triunfo de Macri, a cambio de las canonjías menores. A los candidatos presidenciales de UNEN, salvo la doctora Carrió, esta propuesta no les puede causar demasiada gracia, ya que creen estar para más.
MASSA Y SCIOLI O EL PODER DE LAS ENCUESTAS. Para el gobernador de la provincia de Buenos Aires nada cambió demasiado. Aprovechó el acto en Argentinos Juniors para saludar a través de las redes sociales, ya que espera vencer en la interna del PJ. Y por tanto confía en sumar ese activo militante a sus propias huestes. Aun cuando en la interna no batallen por sus colores.
Para Sergio Massa, por su parte, el problema sigue siendo la Capital Federal; es decir, su imposible acuerdo con Macri. Massa espera lograr algún tipo de confluencia con el derrotado de Marcos Juárez para desembarcar en Córdoba. El gallego De la Sota no pudo evitar la división de su tropa; división que implicó su derrota, al tiempo que esa derrota ¿pone? entre paréntesis sus propias aspiraciones presidenciales.
Es cierto que las encuestas le permiten a Massa conservar intactas sus aspiraciones, pero su dificultad para avanzar en la construcción de un sistema de alianzas mas allá del decisivo territorio bonaerense no puede desconsiderarse. Luis Barrionuevo, que dice acompañarlo en su propuesta, no deja de jugar su propio juego. Y desde el momento que Barrionuevo "amenazó" con facilitar, encauzar otro estallido, no queda en claro si su estrategia anti K aporta a la construcción de Massa, o si sólo se propone limar el capital electoral del oficialismo. Los que conocen el paño del "peronismo sindical" sostienen que ese es precisamente su aporte: golpear al "proyecto" en la provincia de Buenos Aires. Razonan así, debilitar al gobierno afecta a Daniel Scioli y de esa cantera surgen los votos del Frente Renovador.
El gobierno nacional también registra la amenaza. Máximo Kirchner respondió indirectamente al estigmatizar el recurso a la violencia. Nadie ignora que los discursos se replican con otros discursos, pero trastabillan cuando se pasa a los hechos. Claro que atribuirle a Barrionuevo un poder de fuego que no posee, basta observar con detenimiento su aporte al último paro nacional, parece una exageración consentida. En ese punto, La Cámpora exhibe su propio poder de convocatoria. Y mientras las fintas consumen tiempo, la victoria obtenida por el gobierno en la ONU tonifica la diplomacia oficial y dificulta las lecturas catastrofistas.
Conviene de todos modos no sobreestimar la eficacia instrumental de los 124 votos que apoyaron el proyecto de marco regulatorio para reestructurar las deudas soberanas, presentado a pedido de la Argentina por el G77 + China, en la Asamblea de las Naciones Unidas. El bloque de los once, países que rechazaron la propuesta, sigue siendo determinante en los organismos financieros internacionales; pero a pocos se les escapa que no actúan en medio del silencio universal. Por eso, en contra de los vaticinios de la oposición, en el último tramo de su gobierno, Cristina Fernández conserva en sus manos las riendas del poder.
Es decir, la posible tragedia que acecha a la sociedad argentina, tantas veces augurada y deseada por buena parte de sus sufridos integrantes, no estallaría en los confines de la próxima elección. Y esa sí que es una noticia.

*Publicado en Tiempo Argentino

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