sábado, 14 de junio de 2014

INFLACIÓN, EL CONTROL DE PRECIOS ¿DÓNDE ESTÁ LA CLAVE?

Cuadro Daniel Santoro
Por Fernando J. Pisani

En economía y política, la ingenuidad se paga caro. Y aceptar ciertas definiciones que permanentemente nos “venden”, como qué es la inflación, cuáles son sus causas y qué hay que hacer frente a ella, implica “comprar” algo caro y de muy mala calidad, que en el caso de comprar las políticas antiinflacionarias lo solemos pagar con caída en los ingresos,  precarización laboral, pérdida del trabajo, achicamiento o cierres de empresas, y exclusión para muchas familias.

Si buscamos en los diccionarios qué es la inflación encontraremos algo como “Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables para la economía de un país” (Real Academia Española) o “el incremento sostenido y generalizado de precios en bienes y servicios”[1]. O si preferimos buscar a un economista “reconocido”, podemos leer en Samuelson, "entendemos por inflación un período de aumento general de los precios de los bienes y servicios de consumo y de los factores productivos..."

Si recurrimos al “sentido común”, cualquiera de nosotros puede definir la inflación cuando  encuentra en el supermercado que los precios subieron de un mes al otro. Si subieron poco, la inflación es poca, si subieron mucho, es mucha. Y ni hablar si los precios suben semana a semana, o día a día, u hora a hora, como nos tocó vivir a algunos.

En realidad, todas esas definiciones son  engañosas y ocultadoras.

Empecemos a separar los gorgojos del arroz, y remitámonos a la expresión más simple: “los precios suben”.

¿Los precios suben? ¿El cartelito del precio se pone solo un poco más arriba en la estantería? ¿Se queda quieto en ese lugar pero el numero del precio se cambia solo por uno más grande, como si fuera un cuenta kilómetros mágico? ¿Los precios tienen vida propia?

Y lo escuchamos millones de veces en otros temas: “el dólar sube”, “el Euro bajó”. ¿Tienen vida propia las monedas y los precios?. Así parecería, así nos lo quieren hacer creer. Claro: no es lo mismo decir “Combatamos la inflación” que decir “Combatamos a los empresarios que aumentan los precios”.

Al darle el carácter casi mágico de cómo se mueven los precios, las monedas, “el mercado”, se evaden las responsabilidades reales y se ocultan las verdaderas explicaciones del por qué del fenómeno inflacionario y por ende cómo enfrentarlo.

 

Las causas de la inflación

Es muy importante determinar las causas de la inflación, ya que implicarán responsabilidades por la misma y qué hacer frente a ella. Los especialistas y opinólogos “antiinflacionistas” dividen sus opiniones en tres causas (aunque suelen mezclarlas):

·       la inflación se debe a una descontrolada emisión monetaria (la culpa es del gobierno)

·       la inflación se debe al déficit del gasto público (la culpa es del gobierno)

·       la inflación se debe a los aumentos salariales (la culpa es de los trabajadores)

Como vemos, esos que saben tanto nunca atribuyen las responsabilidades al capital.

Poner como causa a los aumentos salariales es fácil de rebatir empíricamente: todos sabemos que los incrementos salariales generalmente buscan recomponer el poder adquisitivo perdido por las subas de precios u otro tipo de recortes, es decir, más que provocar la inflación van a la cola de ella.

Respecto a las otras dos causas, si bien a veces en el mundo se dió que un descontrolado incremento de la emisión monetaria causó inflación, la mayoría de las veces eso no es así, y lo podemos observar en los últimos años o en los últimos meses en Argentina: ninguna de esas dos variables provocó el brote de mayor inflación. Y también tenemos períodos en la historia argentina que se bajó el gasto público y el déficit fiscal, y sin embargo la inflación subió.

Para poner ejemplos fuera del país, en Brasil entre 1982 y el 84 el déficit fiscal bajó casi el triple hasta llegar al 3% del PBI. Al mismo tiempo, en ese mismo período, la inflación aumento del 93% al 211%. Similar pasó en México entre 1981 y 1984. Y en otros países. Respecto a la emisión de moneda, tenemos el caso típico de EEUU, que emite muchísimo y sin embargo la inflación no acompaña esos niveles de emisión.

Entonces, ¿cuál es la causa de la inflación?

Esto nos lleva a preguntarnos nuevamente qué es la inflación. Si tomamos la definición que dan ellos, “aumento generalizado de precios” y sabemos que no aumentan solos, implica que alguien los aumenta. ¿Cualquiera puede aumentar los precios?: no, pues si cualquier negocio decide aumentar por su cuenta los precios lo más probable es que bajen sus ventas, que la gente vaya a comprar a otro lado. En cambio si no tenemos otra alternativa que comprarle a él, y necesitamos lo que vende, él podrá aumentar los precios por encima de su valor para obtener una ganancia extra. Y si las principales empresas de cada rubro se ponen de acuerdo, explícito o tácito, en cierto nivel de precios, pueden imponerlos al resto. Y así lo hacen.

Es decir, la inflación se produce cuando los formadores de precios de bienes y servicios deciden aumentar sus precios. ¿Y por qué pueden decidir aumentar los precios?: para mantener su ganancia (en el caso de que el costo de lo que produce o vende aumente) o para obtener una ganancia mayor.

Cuando un formador de precios aumenta el precio no significa automáticamente inflación. Pero cuando el precio de ese producto o servicio impacta en los costos de otro formador de precios, las alternativas para éste último son:

·       restringir un poco su ganancia

·       conseguir un subsidio o exención

·       subir el precio

·       bajar los costos relativos con incorporación de nuevas técnicas y tecnologías , aumentando la productividad

·       bajar nominalmente los salarios de los trabajadores.

La última es difícil por la presencia de los sindicatos, aunque a veces se da cuando se “acuerdan” recortes “en función de mantener la fuente de trabajo.”. Por lo general, de las cinco variantes optan por subir los precios. Y si proceso se generaliza y otros sectores de la economía aumentan también, se produce lo que llamamos inflación.

Ese proceso se retroalimenta con distinta velocidad y puede seguir hasta alcanzar algún punto de equilibrio, donde todos se conforman -por las buenas o por las malas- con sus ingresos (salarios, ganancia o renta), al menos por un tiempo. O el proceso puede prolongarse de forma incontrolable, con una espiral que crece imparablemente, tal como lo vivimos en los momentos de hiper inflación.

Muchas veces observamos que empresarios se quejan al Estado por alguna pérdida de utilidad (ganancia), y consiguen subsidios o exenciones impositivas. O créditos blandos. Pero luego igual aumentan los precios.

También muchas veces observamos que disminuyen sus costos gracias a un incremento de la productividad del trabajo, a la incorporación de tecnologías más apropiadas, pero igual terminan aumentando los precios.

¿Por qué igual terminan incrementando los precios?

Hay que tener en cuenta que no importa si el dueño del capital es bueno o malo, avaro o generoso: siempre busca incrementar su ganancia porque así se lo impone -y permite- la misma dinámica del capitalismo.

Y sobre esa base la respuesta a “¿por qué igual aumenta los precios?” es muy sencilla: porque puede hacerlo. Es decir, brindan productos o servicios con alto grado de concentración, monopolización o cartelización del mercado y pueden imponer el precio. Además, el fabricante o comerciante pequeño se ve obligado -y a veces beneficiado- en seguir al grande en el aumento, pues si no luego no tendrá para reponer lo vendido o fabricado.

La tasa de ganancia

Existen muchos otros motivos por el cual el precio aumenta. Pero antes de verlos empecemos a fijarnos en un detalle que aparece oculto: la tasa de ganancia. ¿Qué tasa de ganancias tiene el empresario argentino o extranjero en la Argentina? ¿Igual, más baja o más alta que los países que nos dicen que tenemos que copiar (EEUU, Alemania, Suecia, etc)?. Por supuesto varias veces más alta. ¿Y cuánto pagan allá, con menor tasa de ganancia, a sus empleados?: mucho más que aquí. Son los “misterios” de la vida sobre los cuales nunca se quiere hablar. Y si lo hablan dirán siempre que la culpa la tiene otro, o por causas que ellos mismos promocionan y fomentan, como “la falta de confianza”, “la inseguridad jurídica”, “la expectativa inflacionaria”, etc.

Pero detrás de la inflación, y adelante de los que la producen aumentando los precios, lo que está en juego son las altas tasas de ganancia de la gran burguesía argentina y extranjera en Argentina. Si no aceptan recomposiciones reales de los salarios, o quieren que se supriman las retenciones, bajar los impuestos, etc, es porque están cebados desde hace décadas, por no decir desde siempre, salvo fugaces momentos de la historia.

Veamos esto con algunos simples ejemplos.

La inflación provocada por los empresarios del campo y los exportadores

Al margen de los altos índices de ganancia que ya de por sí tienen los grandes capitales y propietarios agropecuarios vendiendo las cosas por su valor, tienen una doble ganancia extraordinaria, mayor que buena parte de sus colegas de otras ramas de la producción.

Como sabemos, simplificando, cualquier producto o servicio tiene un costo al cual se le agrega la ganancia y así fijan un precio (sin contar el tema de la manipulación del mercado, etc). Los productos agropecuarios argentinos tienen un costo mucho menor que en los países europeos o de Canadá, EEUU, y otros: menor costo laboral, superabundancia de tierras fértiles y baja densidad de población, en comparación con otros países.

Pero a partir del proceso hiper inflacionario bajo el gobierno de Alfonsín, donde va cambiando la estructura de precios relativos, y luego, cuando el conflicto de la 125 liderado por la Sociedad Rural con el apoyo de gran parte de la población -fogoneado por los medios hegemónicos y los apoyos de los partidos radical, socialista y sectores peronistas neoliberales-, los empresarios de la Mesa de Enlace lograron que los precios internos se acerquen a los precios internacionales, que obviamente son mucho más altos por los motivos antes señalados. Por lo que están recibiendo una ganancia extraordinaria mucho más grande de la que recibirían si tuvieran que atenerse a los costos de aquí y a la ganancia “normal” (alta) de aquí. No es un fenómeno propio de Argentina sino que es extendido y es una de las “bondades” que tiene la Globalización y “la inserción en el mundo” que tanto pregonan.

Si los precios de muchos productos no son todavía tal altos como los que quieren imponer, es porque el gobierno nacional subvenciona productos, es decir, les paga a ellos (los empresarios) una diferencia (o sea también allí ganan más) de manera tal de que el producto, generalmente alimentos, servicios, no llegue tan caro como pretenden esos grandes capitales vinculados a la tierra y a lo agropecuario.

Pero no termina aquí su ganancia extraordinaria. Ganan aún más pues al vender sus productos en el extranjero, embolsan dólares y como el gobierno nacional para defender la industria local y bajar el desempleo mantiene el dólar más alto que el que sería su valor real, ellos ganan en la diferencia, pues con dólares que traen pueden comprar y ganar mucho más que si el dólar estuviera en un valor de equilibrio o más bajo. Las retenciones son para quitarles un poco de esa superganancia más que extraordinaria, de manera tal de inyectar esas sumas en el mercado interno y para mantener un tipo de cambio competitivo. Pero las retenciones no impiden que tengan una gran ganancia extraordinaria, y hasta los ayudan para estabilizar la economía y sus ganancias, aunque no lo reconozcan. Obviamente que ellos son unas de las fuentes más importantes de presión para que se devalúe el peso argentino, pues entonces ganan aún más.

Al respecto, si las presiones siguen; y si siguen con su política de desestabilizar al gobierno, pues no son nenes de pecho y están acostumbrados a ello, al gobierno no le quedarán muchos caminos. Uno someterse, otro dilatar manteniendo la actual situación, otro contraatacar nacionalizando el comercio exterior, al menos en los principales commodities (soja, etc). Y si bien no hay dudas que una medida así (que de hacerse, se debe hacer bien, pues no es fácil incurrir en errores al respecto) encontrará una férrea resistencia de los medios hegemónicos, de los partidos políticos opositores y de una parte de la población antiK que ha comprado esos discursos neoliberales aún cuando los que apoyaban no tenían ningún problema en decir, ya en el 2008, que el kilo de lomo debía valer 90 pesos.

Si el gobierno se decide por esa medida, hay un simple dato de la realidad que hay que poner en evidencia: Cerca del 80% del comercio exterior de granos está en manos de sólo 10 empresas (Cargill, Dreyfus, Bunge, Noble, Toepfer, A.C.A., A.D.M., Nidera, A.F.A. y, CHS Argentina). Es decir, se estarían tocando estos intereses y los de la Sociedad Rural y afines. No del pueblo ni del “campo”.

En la gran industria concentrada

Veamos ahora un ejemplo del sector industrial más concentrado. Tienen también una gran ganancia vendiendo las cosas por su valor. Pero no se conforman. También los precios suelen ser los internacionales, pero con costos de mano de obra menores.

Entremos un poco más en sus mecanismos.

Buena parte de esas empresas que fabrican cosas aquí, importan una parte de los insumos, a veces el componente importado implica  un gran porcentaje del total, otras es menor. Pero gran parte de esos componentes importados los compran a sus casas matrices. Y esas casas matrices se los venden bien caros a sus propias empresas. Es lo que se llaman precios de transferencia.

Los precios de transferencia son una de las formas que tiene el capital para sacar dólares del país, o más precisamente para sacar capital y ganancia, con la consiguiente pérdida del capital global del país, (y de ganancias locales) que podrían ir a incrementar la producción, mejorar las maquinarias, o sea invertir. O a mejorar los salarios y la distribución del ingreso.

Como esos costos son artificialmente mayores, repercuten en el precio final que pagamos todos. Y aún cuando la empresa local tenga un margen “normal”, su casa matriz se embolsa una gran diferencia. Como vemos es otro de los mecanismos de ganancias extraordinarias. Y como “el dólar sube” (por supuesto, sube solo, ellos no tienen nada que ver), y los productos tienen componentes importados, encuentran el perfecto justificativo para incrementar los precios.

Aumentan los precios cuando mejora el poder adquisitivo de la gente

Otro ejemplo que no suele considerarse es el aprovechamiento que hacen del peso que tienen en el mercado para incrementar los precios.

Pongamos un ejemplo. El Estado da un incremento de los haberes a los jubilados con una bonificación extraordinaria. No es difícil constatar que muchas veces al toque suben los precios de productos y servicios que pueden consumir esos jubilados. ¿Y por qué esos empresarios suben esos precios si no pagan a los jubilados ni ven afectados sus costos por aquel incremento del ingreso?

Porque sus productos serán apetecidos por esos jubilados, es decir, existirá un incremento de la demanda. Y un incremento de la demanda puede dar lugar a varias respuestas. Una de ellas es aprovechar las demandas para incrementar la producción y vendiendo al mismo precio, ganar más al vender mayores cantidades de productos. Pero es mucho más redituable incrementar el precio, aún perdiendo ventas por el incremento del precio.

Por eso cuando existe una mejora significativa de los ingresos, aparecen las tensiones inflacionarias, ya que al existir un mayor volumen de demanda, de masa de dinero en el mercado, de más compradores, y eventualmente una cierta carencia de productos, de servicios, de nuevo, para ganar más una alternativa sería incrementar la producción y vender más. La más cómoda para la burguesía argentina fue siempre aumentar los precios. Es fácil de verlo con las empresas de colectivos de larga distancia en épocas de “semanas largas” o vacaciones: suben los precios y aún así trabajan a full y mal atienden a los pasajeros.

Otro ejemplo algo distinto es el siguiente. Olvidémosnos de Argentina, vayamos a Alemania. Por X
motivos sube la carne de cerdo. Automáticamente sube la papa. ¿Es que en la producción de papa influye el mayor costo del cerdo?: para nada. Ocurre que al subir la carne de cerdo (allá consumen más carne de cerdo, es como la vacuna para nosotros), mucha gente debe dejar de comprar carne, por lo que para llenar la olla se vuelca a un mayor consumo de papa. Al existir una mayor demanda de papas, los que venden papas aprovechan y las aumentan. Y aún con el aumento la gente debe comprarlas pues el cerdo es muchísimo más caro.

Ese comportamiento, -subir el precio a mayor demanda- es tan extendido como casi incontrolable en el capitalismo. Por eso los mismos economistas liberales y los organismos financieros internacionales recomiendan achicar el mercado, es decir, que la gente tenga menos plata, de esa manera es más fácil evitar que suban los precios. Y que la gente tenga menos plata se logra también devaluando el peso, ya que con la misma plata se compra menos. O congelando salarios, bajando el gasto público, recortando beneficios sociales, subiendo los intereses bancarios -encareciendo el crédito-, etc. Y la mayoría de las veces les da resultado y logran controlar o bajar la inflación. Claro que con un gravísimo costo social. Lo que por supuesto no tocan son los márgenes de ganancias de los grandes capitales, para los cuales tiren como tiren la pirinola siempre le salen “toma todo”.

Aumento de precios aprovechando la impunidad y el ocultamiento de sus tasas de ganancias

Otro mecanismo: Sea por luchas, paritarias o decisiones gubernamentales, los trabajadores consiguen por ejemplo un aumento del 20%. ¿Qué hacen las empresas?: aumentas los precios aduciendo el aumento de costo dado el aumento de salarios que han tenido que hacer. ¿Y cuando aumentan los precios?: ese veinte por ciento o una cifra cercana.

Pero ¿la incidencia del costo de la mano de obra en el costo de un producto es del 100% como para justificar el nuevo precio?. No, para nada. La incidencia de los salarios de los trabajadores en el monto facturado es generalmente chica, dependiendo del negocio, la rama de la producción, la cantidad de empleados, el volumen de venta. Pero así aprovechan la oportunidad para incrementar aún más sus márgenes de ganancia.

Por ejemplo, en el momento en que se escriben estas líneas, los trabajadores de las aceiteras de la zona de San Lorenzo-Rosario, están reclamando un aumento salarial del treinta y pico por ciento. Un poco más de la media otorgada. ¿Pueden pagar las empresas y aún así ganar?. La respuesta es bastante sencilla: de lo que facturan, el porcentaje que corresponde al pago salarial es menos del 2%. ¡Imaginemos cuánto ganan! (son empresas vinculadas a la exportación, a la soja, etc). Aún un aumento del 100% de los salarios tendría un impacto mínimo y si terminan cediendo seguramente subirán los precios en un porcentaje que nada tendrá que ver con la participación real de los salarios en el costo. Nunca hacen la cuenta de cuánto realmente inciden los salarios en el costo total. O mejor dicho, sí lo hacen pero no lo dicen, de otra manera no tendrían justificativo para aumentar lo que aumentan. Obviamente que esto, además de obtener una ganancia extraordinaria, impacta en los diversos precios e incrementa la inflación.

El combustible inflacionario del Dólar en Argentina

Ya hemos mencionado que existen varios sectores interesados en que el dólar suba. Y hay muchos otros, desde aquellos acreedores cuyos bonos aumentan si aumenta la inflación, hasta los sectores especuladores.

Pero el tema es más complejo porque juegan otras variables vinculadas al tema del poder y del gobierno. O mejor dicho en cómo desestabilizar a gobiernos, obligándolos a renunciar o a debilitarlos para someterlos, además de desprestigarlos de manera tal de no tener mayor chances en una elección. Y no nos referimos exclusivamente al gobierno de CFK, no es necesario. Ya lo han hecho muchas veces antes y una de las más violentas fue contra Raúl Alfonsín, que le terminó costando la presidencia (debió renunciar) y las elecciones (que perdieron estrepitosamente)

No toda alza del dólar debería implicar alza de precios

La suba de la cotización del dólar puede incidir en el alza de precios de los productos importados o un encarecimiento por de la parte del componente importado de ciertos productos o de ciertos insumos. En estos últimos casos debería impactar sólo proporcionalmente aunque sabemos que generalmente se traslada el porcentaje de devaluación. Pero muchísimos otros productos no tienen nada que ver con lo importado, son fabricados aquí e igual suben cuando existe devaluación. Y no deberían. Pero ¿cómo aguantarse la posibilidad de obtener una ganancias extraordinaria, si el sistema se lo permite y fomenta?

En Argentina hay un doble impacto, uno de raíz estructural, que es la dependencia de insumos, productos, tecnología importada y dispar estructura industrial. Otro político cultural, muy fomentado desde hace décadas por los sectores interesados en ello, de dolarizar los precios.  Así por ejemplo una casa se construye toda con materiales y mano de obra nacional, y con costos en pesos, y sin embargo se tasa en dólares, se requieren dólares para comprarla y obviamente si el dólar sube sube el valor de la casa en pesos.

Pero hay algo más. Y tiene que ver con los Golpes de Estado que ejecutaban los militares. O mejor dicho, con el momento en que vivimos, que producto de luchas, desprestigio de las FFAA, etc un típico golpe militar no es viable por ahora en Argentina. Pero si no hay golpes de facto, sí está la posibilidad de hacer golpes de jure (o iure), es decir, golpes desde y con una apoyatura jurídica; golpes “legales”, si se quiere.

Ya ocurrió en varios países y casi pasa en Argentina en el 2008: si Cristina se hubiera visto obligada a renunciar por la terrible desestabilización que existió (de hecho nunca en Argentinas existió el corte de rutas generalizado, los desabastecimientos a las ciudades de alimentos, de combustible, etc), sería legal que subiera Cobos y ya sabemos a dónde nos hubiera conducido.

Ahora bien ¿cómo se crean las condiciones para desestabilizar y propiciar “ganar por abandono o por nock out” como propiciaba Duhalde y sus compinches del peronismo federal?

Tienen varias herramientas.

Para entender una importantísima de ellas, consulten a un banquero  o “especialista” y díganle: supongamos que usted es dueño o gerente de un gran banco, el más importante de todos, sólido, con mucho capital. Y de golpe, producto de informaciones falsas y grandes campañas de atemorizar a los ahorristas, los clientes del banco deciden retirar en masa sus ahorros y el dinero que tienen allí. ¿Qué le pasa al banco?

Por más fuerte que sea el banco no resistiría una corrida masiva, salvo, tal vez, si consigue una ayuda externa o del Estado. Y si las corridas no son tan grandes, pero son sucesivas, además del perjuicio económico, ellas van minando la confianza en la institución. Y un banco puede perder dinero, pero no puede perder la confianza.

Esto mismo es lo que hacen con los gobiernos que no les gustan, sea para chantajearlos, para obligarlos a tomar ciertas medidas, para hacerlos renunciar o para justificar un golpe de estado. Este es un componente, no económico y sí político, muy importante, en los ataques al peso argentino.

Las corridas para aumentar el valor del dólar, generalmente incrementando el valor del dólar paralelo o blue a través de la manipulación de ese mercado limitado, para lograr alguna devaluación del peso, son corridas contra el peso argentino, son corridas contra el gobierno y contra los recursos del Estado. Producen fugas de divisas, desfinanciamiento del Estado, pérdida de los depósitos del Banco Central, atesoramiento de dinero sacándolo del circuito productivo, en paraísos fiscales, cajas de seguridad o colchones, y por supuesto fuerzan la devaluación y con ello fomentan la inflación. Pero aparte del gran costo económico al Estado y al país, hay un grave componente político.

Cuanto más le cueste al gobierno parar esas corridas, más debilitado queda. Y siempre expuestos a nuevas corridas, cual Espada de Damocles. Mientras tanto, la prensa hegemónica, los opinólogos y los políticos irresponsables que han sido causantes de la deuda externa y de los procesos hiperinflacionarios, fomentan permanentemente la desconfianza en el gobierno y en el país, por lo que cualquier medida que se tome, por más buena que fuese, ya nace mellada y no es difícil transformarla en ineficaz. Y ellos mismos, los promotores de la desconfianza, se encargarán de decir que el problema central del gobierno es que no hay confianza en él.

Entonces, a todas estas presiones para desvalorizar el peso por motivos económicos, hay que agregarle los motivos políticos. ¿Y por qué?. Ningún gobierno puede mantenerse fácilmente si caen las reservas a niveles muy bajos y si pierde el control de los indicadores fundamentales.

Por otro lado, cuando la inflación ocurre de golpe, les da la posibilidad, a algunos de ellos, de disputar con otros formadores de precios la relación entre los precios internos, es decir, alterar la estructura de precios relativos, posicionar mejor sus precios respecto a otros precios, o sea disputar una mayor cuota de la ganancia global. Este fenómeno se puede observar si se analizan las estadísticas en cierto período de tiempo: hay un promedio general del aumento de los precios, pero hay sectores que aumentaron muchísimo más que ese promedio y otros menos. Ello permite constatar que se está dando un proceso de transferencia de ingresos (ganancia y renta) de un sector del capital a otro. Y explican los distintos matices de las propuestas económicas de diversos partidos políticos que defienden la soberanía del capital y en particular de cierto capital.

¿Qué es en realidad la inflación?

¿Qué sacamos de limpio de todo esto?:

Que la inflación que tenemos no es causada por lo que ellos dicen, ni los precios aumentan solos. Los aumentos los realizan quienes tienen la capacidad de formar precios, de imponer precios. Y los aumentan para defender lo que ellos consideran debe ser su ganancia. Y cómo nadie regula la ganancia, salvo “el mercado” (que también es una entelequia para ocultarse ellos mismos atrás de ese “mercado”, manejándolo), tienen una cierta libertad para imponer sus tasas de ganancia y mantenerlas exageradamente altas, incluso en la comparativa con otras economías de países centrales y periféricos.

Es decir, la inflación no es un monstruo grande que pisa fuerte, como cuando se dice “la inflación produce esto”, “la inflación es el peor enemigo..”, etc. Hay gente -empresas, capitales- atrás  provocan lo que terminamos llamando inflación. ¿Y por qué lo hacen?: para defender o incrementar sus ingresos, sus ganancias y rentas.

Podemos entonces dar una primer definición de qué es la inflación:

La inflación es la transferencia generalizada de ingresos de un sector a otro utilizando el mecanismo de aumento de precios

 
Fíjense que no es lo mismo decir: “la inflación se come parte de los ingresos de los trabajadores”, acusando a “la inflación” (es decir  a nadie concreto, salvo al gobierno “que no ha sabido controlar la inflación”), a decir “los formadores de precios se comen parte del ingreso de los trabajadores”.

Hablamos de transferencia en general, pues si bien la transferencia de ingresos más importante y más generalizada es la que se produce del trabajo al capital, existe una transferencia de ingresos de un sector del empresariado a otro.

Y cuando se da una gran puja por cambiar las relaciones relativas entre los precios, y ningún sector empresarial -o el Estado- puede disciplinar o encorsetar al otro, ello termina provocando una inflación significativamente superior a la que venía o directamente a la hiperinflación (ver libro -gratuito- citado al final)

Los controles de precios y precios vigilados

Frente a situaciones de crecimiento de la inflación por encima de lo que suele ser aceptable para un país o momento dado, encontraremos que en distintas etapas de la vida económica de un país, inclusive de EEUU, existen intentos de parar una escalada de precios con políticas de control de precios.

A veces estas políticas lo que buscan en realidad es tener la excusa para congelar salarios en un momento en que están bajos. Otras son genuinos intentos para frenar la escalada de aumento de precios. Pero esos intentos suelen tener grandes limitaciones, más que nada porque suele ser desproporcionadamente menor la fuerza que puede tener un gobierno que trata de controlar los precios con respecto a la fuerza que tiene el poder económico decidido a mantener o incrementar sus ganancias, es decir, a subir los precios.

Un ejemplo para ver esto es con el genocida presidente del Estado más poderoso del mundo, EEUU. Con todo el poder que tenía Nixon, sin escrúpulos para bombardar Vietnam, reprimir a sus propios estudiantes y negros, espiar a políticos competidores, etc, etc.  no pudo sostener el  control de precios que implementó frente un proceso inflacionario en su época. Y se lo hicieron fracasar con el desabastecimiento, con medidas hasta crueles como productores ahogando pollos, para no dar el brazo a torcer (aquí ha sido frecuente tirar la leche, no recoger cosechas de manzana y otras frutas, porque no estaban conformes con el precio y una larga lista) y la medida fue un fracaso.

Pero no siempre los controles de precios no funcionan como suelen afirmar los que quieren libertad irrestricta para hacer lo que quieren.

Un caso exitoso, entre varios en diversos países, fue también en EEUU, en la década del 40 bajo el presidente Franklin D. Roosvelt. Éste se lo encargó a J.K.Galbraith, que en vez de hacer un control de precios sobre un sector, por ejemplo la canasta familiar, como solía estilarse, lo que por supuesto establecía una tensión entre los capitales controlados que venían congeladas sus ganancias y los no controlados que podían seguir aumentando las ganancias y con ello provocar una transferencia de ingresos de un sector del capital a otro, optó por hacer un control de precios a todos los bienes comercializables. Y consiguió bajar la inflación al 2% anual en un contexto de crecimiento del empleo y de la demanda, que suelen dar por resultado una mayor inflación.

Otro ejemplo Israel, en 1985, que congeló los precios con el objetivo de bajar una inflación del 20% a cero y fue un éxito (incluso su inflación había llegado a superar el 300% anual)

Por supuesto que tampoco puede mantenerse por mucho tiempo una política así pero cumple su cometido de frenar y estabilizar la inflación, es decir, la puja descontrolada de los sectores dominantes por ganar más  y más. Pero se deben dar varias condiciones para que triunfe aún en un período limitado, que no viene al caso analizar aquí.

Lo cierto es que en todos esos casos, nunca se planteó lo fundamental: la ganancia. Siempre se habló de precios, rara vez de ganancia. Y menos aún tratar de controlarla. Es un sacrilegio hacerlo.

Incluso hasta los mismos socialistas argentinos, dando cuenta de qué intereses realmente defienden, rechazan cualquier posibilidad de revisar la ganancia. Pongamos el caso del Ministro de Economía de Santa Fe, (de Binner y de Bonfatti y candidato a ministro de economía de Binner). Sciara sostiene que “no es función del Estado revisar la renta empresaria” (La Capital, 2/3/2014)


El gobierno argentino, por suerte, no es partidario de las políticas antiinflacionarias, que tanto daño hacen a los pueblos, a sus economías y a sus vidas. Pero frente a diversos ataques contra el peso y el fomentar el crecimiento de la inflación que hacen sectores empresarios y sus voceros opositores, creando climas de inseguridad económica, exigiendo devaluaciones y otras medidas que necesariamente conducen a mayor inflación y/o mayor desocupación y caída de los ingresos, tuvo que tomar varias medidas, una de ellas es la de los precios vigilados. No es lo mismo que control de precios pues se arranca con un acuerdo con los propios formadores de precios de una cierta cantidad de productos.

Lo importante de la medida, más allá de cuánto puede frenar o bajar la inflación, es que pone en el centro de escena no la inflación, sino los precios y sus formadores de precios. Y trata de involucrar a la población en dicha vigilancia.

Precios vigilados” es una medida intermedia que puede servir al ser complementada por otras más. Y por sobre todas las cosas, porque da la posibilidad que pensemos de otra forma el tema de la inflación y no simplemente lo que nos quieren vender.

Porque es necesario poner en evidencia qué intereses hay en juego cuando nos quieren convencer que el problema es la inflación, que hay que luchar contra la inflación, cuando en realidad el problema respecto a la suba de precios es la voracidad del capital de mantener e incrementar las ya de por sí altas ganancias y que la inflación es una manera de transferir riquezas de un sector a otro usando el mecanismo de incrementar los precios.

Mientras no logremos romper con el dispositivo “inflación” tienen -además de las económicas-, las armas políticas y culturales para arremeter y debilitar las políticas que tiendan a la justicia social.

Pero no está dicha la última palabra, especialmente si rechazamos sus concepciones de la inflación y ponemos en el centro del cuestionamiento sus altas tasas de ganancia, logrando instalar que Inflación es igual a desmesurada ganancia de los principales empresarios.

Por último señalemos que el problema de la alta inflación histórica en Argentina en los últimos cincuenta años (hoy es comparativamente baja) se debe principalmente a dos cuestiones. Una es que ningún sector de la clase dominante ha podido disciplinar al resto de su clase, salvo en muy cortos períodos de tiempo. Por lo que la puja entre ellos nunca tiene vencedores ni vencidos definitivos y permanentemente se expresan en disputas por el reparto global a través de los incrementos de precios.

Pero hay otro componente que no es menor. Se suele atribuir la inflación al peronismo pues esta aparece con mayor fuerza a partir del primer gobierno peronista. Hay una verdad en todo esto.

Antes de ese gobierno, la oligarquía y la burguesía argentina sometían fácilmente a la clase obrera. Luego, con las leyes sociales, con el fortalecimiento de los sindicatos, etc, ya no fue fácil bajar los salarios nominalmente o mantener por mucho tiempo salarios de hambre. Ya no les fue fácil someter al pueblo. Y al no poder doblegar, aún con represión y sangre derrocando al gobierno de Perón (1955) u otros gobiernos, la oligarquía y el resto de la burguesía (nacional y extranjera) no encontró mejor recurso para disputar el ingreso y acrecentar el suyo que aumentar los precios, es decir, producir inflación y con ello hacer caer el salario real, es decir incrementar la parte del capital en la distribución del ingreso y de la riqueza.

Las políticas antiinflacionarias forman parte de los mecanismos para producir mayor injusticia en la distribución del ingreso y la riqueza, por lo que la clave respecto a la inflación pasa por sacar a la luz y poner en cuestión las tasas de ganancia de la burguesía en argentina, especialmente la que es parasitaria, descomprometida con el crecimiento del marcado interno, especuladora, y está acostumbrada a fugar sus capitales al extranjero y a preferir el sometimiento a las grandes corporaciones.

Nota: Para una mejor fundamentación y desarrollo de lo expuesto, me remito al libro “La inflación, el Caballo de Troya del neoliberalismo”, que se puede bajar gratuitamente desde www.deuntiron.org
 
*Artículo publicado en la web "de un tirón"
http://www.deuntiron.org/web/item/29-inflacion

[1]    (http://es.wikipedia.org/wiki/Inflación)

3 comentarios:

  1. Pensador: una joya tu post.

    Pero hay algo que te olvidaste, me parece:Hay que forzar la implementación de una ley que obligue a los formadores de precios a hacer publicas sus estructuras de costos.

    O sea, saber cuanto ganan y a cuanto asciende la "culpa del salario" en la inflación.

    Creo que cuando sea posible hacer auditorías públicas sobre esas estructuras de costos veremos si pueden utilizar el aumento de precios para voltear gobiernos.

    Tengo la impresión de que la gente se está dando cuenta de donde viene en realidad la inflación. Algo de base hay para empezar a debatir una ley al respecto.

    Un abrazo.

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    1. Sería bueno que hubiera trasparencia, como vos decís, más allá de lo difícil del asunto de lograrlo (no sólo una ley, sino su aplicación, ya que hay demasiados intereses en juego). Pero de lograrlo, y más allá de las trampas y ocultaciones -hecha la ley hecha la trampa dice el refrán- lo fundamental queda en pie: la tasa de ganancia. Por supuesto que entonces se sabría con mayor precisión, pero en la base de la libertad de empresa, no impediría sus ganancias y sus justificaciones de lo injustificable. Por otro lado, las leyes que son importantes para los movimientos populares son aquellas que reflejan una cierta correlación de fuerzas. De allí que la clave tanto para lo que vos planteás como para algo más profundo, está en lo que piensa y hacen las mayorías. Y hoy ven el enemigo a "la inflación" y no a los que aumentan los precios y lo que es más importante aún, sus tasas de ganancias. Y cómo jamás están dispuestas a bajarlas, a pesar de que en Argentina están muchísimo más altas que en cualquier otro país del cual nos dicen que debemos parecernos. Obviamente el tema es complejo. Y no es fácil enfrentarse al dominio ideológico, teórico y "del sentido común" del neoliberalismo, que atraviesa todas las fuerzas políticas y desvían la mirada para que no se vean los verdaderos orígenes de los problemas y cómo resolverlos. Un abrazo

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    2. Anónimo de las 19:34: Tenés razón. Lo mejor sería poder definir por ley la tasa de ganancia. Pero yo apunto a que tengan que salir a defender públicamente ante el país entero esa exorbitante tasa de ganancia que tienen los supermercados, por ejemplo.

      Ahí los quiere ver: con las estructuras de costos a la vista acusando al Gobierno de ser el responsable de la inflación. La presión del pueblo puede llegar a ser muy, pero muy fuerte. Y la veo como mucho mejor que una ley, a la que pueden acusar de ser "dictatorial", "marxista", "antidemocrática" y todas las demonizaciones que se puedan inventar.

      Un abrazo.

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